El Evangelio A la Luz del Cosmos
Pregunta:
¿Debemos suponer, que la tierra recibió única-
mente ese tipo de luz crística, después que Jesús se manifestó
como el mediador del Cristo?
Ramatís:
No hay dudas que el planeta tierra jamás dejó de
pulsar por la Luz y el Amor de su Cristo. El advenimiento de
Jesús, en su misión sacrificial, demarcó la etapa de una mayor
catalización, de esa luz crística y que el orbe pasó a elevar su
frecuencia inferior, activándole la esencia divina. Nos recuerda
algo parecido a lo que sucede con la lámpara común, que mo-
dificada su capacidad de absorción toma mayor energía de la
usina y entrega más luminosidad. Bajo la catalización dinámica
de Jesús, que casi se entregaba psíquicamente en dirección al
Cristo, los poros de la tierra absorbieron y esparcieron por la
periferia de la tierra, los efectos benéficos de la luz Crística. De
ahí en más, sus habitantes pasaron a sentir un estímulo para
su ascenso espiritual, una invitación oculta, que anteriormente
no existía por causa de la rudeza y densidad del primarismo
animal
[9]
.
Pregunta:
¿Por qué motivo la tradición y los evangelios
afirman que Jesús era el Cristo?
Ramatís:
En realidad, Jesús fue el revelador del Cristo, es
decir, el mediador más acreditado para divulgar el Amor Ab-
soluto en vuestro mundo. Por su Conciencia Espiritual fluyó
v se fijó con fuerzas en las sombras terráqueas la Luz Crística
aflorando a la superficie de la tierra y transformándose en el
“Camino, la Verdad y la Vida”.
Cuando el Maestro afirmó: “Yo y mi Padre somos uno”, y
“Ninguno va al Padre si no es por mí”, era el Cristo Planetario
que actuaba y transmitía su pensamiento por intermedio de Je-
sús, que accionaba desde el plano físico. El Ungido, el Escogido
9
Párrafo extraído de la obra, Boa Nova, capítulo I, dictado por Humberto de
Campos a Chico C. Xavier, edición de la FEB: “Se olvidaron que el noble Octavio
también era hombre y no supieron comprender, que en su reinado, la esfera del
Cristo se aproximaba a la tierra, en una vibración profunda de amor y belleza. Por
esa razón es que el ascendente místico de la era de Augusto se traducía en paz y
júbilo para el pueblo, que instintivamente presentía una transformación celestial,
al llegar; a la tierra el Sublime Emisario. Su lección de verdad y de luz se esparció
por el mundo entero, cual lluvia beneficiosa y confortadora. La humanidad vivía,
entonces, el siglo de la Buena Nueva. Era la “fiesta del noviado” a la cual Jesús
expuso en sus imperecederas enseñanzas.
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