El Evangelio A la Luz del Cosmos
deberán propagar las enseñanzas recibidas de sus Maestros,
tan correctas y eficientes como hayan podido asimilarlas en sus
lecciones. Los que aceptan las palabras del Cristo, sin reservas
ni premeditación, cuyos corazones vibran de entusiasmo para
transmitir al prójimo la misma alegría que sienten en sí mismos,
no sólo deberán vivir integralmente las enseñanzas sublimes del
Evangelio sino que deberán divulgarlas como si ellos mismos
fueran nuevos y sublimes mensajeros de ventura eterna. La ta-
rea del discípulo esclarecido y bienaventurado, debido a que
asimiló la realidad Crística, debe evangelizar a tiempo y fuera
del tiempo, sin preocuparse por la condición o tipo del terreno
humano que debe sembrar. Deje al Señor lo que se refiere al
juzgamiento del mérito o del aprovechamiento que cada uno
merece. Quien siembra la palabra del Cristo es un bendecido
labrador que trabaja en la tierra del Bien y del Amor. Además
de esclarecer a sus semejantes sobre la correcta conducta que
debe aceptar el ciudadano angélico, aún realiza toda clase de
esfuerzos para liberarlos de las ataduras enfermizas de las reen-
carnaciones correctivas y mortificantes.
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