Ramatís
por su profunda honestidad espiritual, esos seres superan a los
poderosos y jerárquicos del mundo, porque dan sin exigir retri-
bución, aman sin requerir posesión alguna, sirven sin remune-
ración, producen sin esclavizarse, y por sobre todo, enseñan los
bienes que otorga la eternidad.
El hombre conscientemente evangelizado, cuando es agre-
dido, perdona, cuando es castigado, se conforma; ante la injus-
ticia, confía, y ante el insulto, ama. En vez de destruir para so-
brevivir, prefiere sucumbir, para resucitar, confía en la promesa
del Cristo, que dice:”Aquel que diera su vida por mí, la ganará
por toda la eternidad”.
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