El Evangelio A la Luz del Cosmos
superficie de la tierra, Marte, Júpiter, Arturo o Sirio. Bajo las di-
versas configuraciones morfológicas, por más excéntricas o ex-
temporáneas que sean, siempre palpita el espíritu eterno creado
por Dios, que es Amor; por esa causa, sólo el Amor sublima.
Es como la sangre en la fisiología del organismo; lo irriga, lo
alimenta; por consecuencia, el Amor es el soporte del universo.
Amor puro, integral e incondicional no necesita de cualquier
discusión o análisis, porque no es una virtud o concesión oca-
sional a cargo de la legislación divina, sino que es la esencia de
la manifestación creadora del Espíritu y la norma fundamental
y superior de la misma vida. Pregunta: En base a la naturaleza
egocéntrica y personal del hombre, creemos que ningún pue-
blo ha de querer perder sus códigos religiosos y morales, para
aceptar el Evangelio de Jesús, que fuera cultivado por el pueblo
hebreo como norma de su liberación espiritual. ¿Cuál es vuestra
opinión?
Ramatís:
Los hombres se vuelven amables, pacíficos y
sensibles, a medida que dominan las tendencias hereditarias
de la animalidad. Entonces evolucionan y perfeccionan espiri-
tualmente cuando consiguen imponer el “principio espiritual”
superior y auténtico de la individualidad inmortal, sobre las
tendencias transitorias del linaje animal de la materia. De ahí
proviene el motivo de la adoctrinación semejante por todos los
instructores espirituales del mundo, que estimulan y orientan
al espíritu humano para que se libere prontamente de la cárcel
de las formas. El trabajo intensivo y espiritual del hombre debe
mantenerlo constantemente vigilante sobre su vida física, para
así poder vencer lo más pronto posible el dominante primitivis-
mo de sus antepasados de las cavernas.
Pero como la civilización es el “medio” y no el “fin”, para
que el hombre alcance su ascenso espiritual, debe entonces go-
bernar y no ser gobernado por los valores mediocres del mundo
material, a los cuales Jesús clasificó como “tesoros que las poli-
llas comen y el herrumbre consume”. Se justifica que el espíritu
todavía sufra la coacción de las cosas y de los objetos atrayen-
tes de la vida física, mientras que ignora su realidad espiritual
eterna. Después que conoce o descubre su naturaleza sublime e
inmortal, que percibe la vibración del “reino divino” en sí mis-
122