El Evangelio A la Luz del Cosmos
común de la vida humana?
Ramatís:
La vida de Jesús fue sublime, correcta, pacífica
y vivida bajo la fuerza del amor y tuvo por norma general ex-
poner el resumen de la Ley de Dios. Jamás el Divino Maestro
realizó un sólo acto de su vida para atender sus propios deseos,
ni aunque de ella dependiera su ventura sideral. Desde su na-
cimiento traía en lo íntimo de su alma la programación de ser-
vir únicamente al hombre para su redención espiritual. Justo,
bueno y sabio, así como Dios colma de Amor y da la vida en el
universo, el Sublime amigo procedía con amor en todos los ac-
tos de su vida. En cualquier circunstancia siempre se colocaba
en el último lugar en el juego de los intereses humanos, pues era
semejante a la Ley del Padre, que promueve indistintamente la
felicidad a los seres, pero él se bastaba a sí mismo.
Era semejante al árbol, que nace, crece y se pone frondoso,
para luego amparar con su sombra a todos por igual. Toda su
vida tuvo un único objetivo: mostrar el camino de la redención
por el amor, que además, lo demostraba sirviendo desinteresa-
damente. Su corazón y su mente siempre estaban dispuestos
para ofrecerlo cual ofrenda viva, pues su meta era corregir y
orientar al hombre para que consiguiera su pronta libertad es-
piritual.
Delante de la mujer adúltera, manifestó: “Vete y no peques
más”, buscó de cumplir con la Ley de Dios, que procede en
forma correctiva, pero no punitiva, dado que ella ajusta y crea,
jamás destruye. Y correspondiendo a la vibración cósmica, que
restablece la armonía, Jesús hizo una severa advertencia a los
seguidores de la pecadora llamándolos al orden, puesto que
proyectaban sobre la infeliz sus propios errores y resentimien-
tos humanos. Entonces, con sabia expresión, se dirigió al grupo
y les dijo: “Quien no tuviere pecado alguno, que arroje la prime-
ra piedra”, poniendo al descubierto los vicios y pasiones huma-
nas, haciendo que aquellos falsos virtuosos recapacitaran sobre
sus propios errores, pues aunque la ley del Sanedrín mandase
lapidar a las mujeres adúlteras, ello sólo podría hacerlo aquel
que no tuviera pecado.
En verdad, a través de Jesús se reflejaban fielmente las le-
yes cósmicas que corrigen excesos, distorsiones y desvíos del
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